¿TENGO ESTRÉS?

            ¿Uf! Voy estresado/a!!! ¡Llevo un estrés!! ¡¡Este estrés me está ahogando! Madre mía ¡qué estrés!  Expresiones como estas las estamos utilizando constantemente, sin embargo…… ¿sabemos de qué estamos hablando?

            El estrés es necesario en nuestra vida. Corresponde a un instinto primario de supervivencia que nos aporta la energía para la acción, para responder ante una amenaza, para actuar, bien huyendo o bien afrontando la situación. El estrés nos es muy útil en nuestra vida. El estrés nos hace por ejemplo, enfrentarnos con decisión ante un proyecto que tenemos que presentar antes de lo previsto, poder llegar a tiempo a un lugar, a una cita….Este tipo de estrés positivo nos permite realizar muchas tareas del día a día y nos aporta una gran sensación de confianza que nos ayuda a sentirnos satisfechos ante un desafío. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando de repente empezamos a sentirnos más irritables, con menor capacidad de reacción, agotados/as, con falta de concentración, con esa sensación de: ¡me desborda, no llego!…? ¿Qué nos ha pasado?  Una sensación de pesadez, cansancio, ahogo… nos recorre el cuerpo. Es entonces cuando aparece lo que se denomina distréss o estrés negativo.

stress3

Esta situación tiene consecuencias directas en nuestro organismo, y una situación prolongada puede llegar a originarnos serios problemas de salud.

APRENDER A GESTIONAR NUESTRO ESTRÉS NOS PERMITE DESCUBRIRNOS

¿Cómo podemos gestionarlo?

       En primer lugar hay que ser conscientes de si estamos sufriendo un episodio de estrés. Esto que en principio parecería algo sencillo de descubrir, no lo es para muchas personas. La creencia de que la vida es ir deprisa, que hay que hacer de todo y bien, nos lleva a pensar que esto es lo que hay que vivir y sólo cuando la vida nos pone delante una situación desagradable como problemas de salud o en las relaciones, es cuando nos paramos a pensar en cómo estamos funcionando.

       El primer paso es revisar nuestra agenda de actividades y hacer una pausa de reflexión.

1. De todas mis “obligaciones” ¿Cuáles considero urgentes y cuales importantes?. Como dice la canción de Fito, “no siempre lo urgente es lo importante”. Hacer una lista de todas nuestras tareas, clasificarlas y ordenarlas de acuerdo con nuestros valores. Es fácil que pase la semana y si pensamos ¿cuánto tiempo me he dedicado a mi? ¿Cuanto tiempo he estado con mis hijos? Aquí el he estado no incluye llevar a nuestros hijos de una actividad a otra  o comer deprisa con nuestra pareja, estar es estar presente, disfrutando, escuchando y sintiendo. Dedicando ese tiempo, dando y recibiendo con y del otro.

2.  ¿Para qué las hago? Cabe preguntarnos que hay detrás de ese cúmulo de actividades que acaban desbordándonos. ¿Una necesidad de sentirme valioso o valiosa, que los demás reconozcan mi esfuerzo y me den palmaditas en la espalda, seguir justificando mi insatisfacción personal ya que el agobio me “permite” ir de víctima? Estas y otras muchas más son algunas de las preguntas que nos ayudarán a darnos cuenta de qué está manteniendo realmente nuestro distréss. Encontrar un para qué alineado con nuestros valores no tiene porqué generarnos malestar. El trabajo personal es descubrirlo.

3.  ¿Acostumbro a aceptar encargos de otras personas sin pararme a pensar si es lo que verdaderamente quiero hacer? A veces nos cuesta decir que no ante peticiones de los demás. Un paso importante es reflexionar antes de contestar y no dar por hecho de que estás para todo y para todos. Recuerda: no siempre lo urgente es lo importante. Decide en consecuencia.

4.  ¿Tengo organizado al menos un momento al día para mi?  Punto fundamental. Tu momento intimo contigo mismo/a.

5.  ¿Hago las cosas por obligación o por elección? Para terminar, recordar que aunque nos cueste creerlo siempre elegimos, consciente o inconscientemente somos nosotros los que hacemos o no las cosas. Si me paro a ser consciente de dicha elección y de para qué hago lo que hago, la tensión disminuye. Es mejor hacer una actividad que te desagrade pensando que te servirá para obtener algo satisfactorio después, que realizar la actividad mandándote mensajes de enfado y victimismo. Lo que pensamos acaba creándose.

    Este ejercicio de reflexión ya va a ser por sí mismo un ejercicio de gestión del estrés porque nos va a permitir poner en presente la realidad y conseguir que desaparezca esa sensación de no llegar que no es más un cúmulo de pensamientos agolpados en tu mente sobre la acumulación anticipada de tareas pendientes. Las personas que son capaces de tener una agenda bien organizada y alineada con sus valores son aquellas que mejor gestionan el estrés.

    Por otro lado, la práctica combinada de ejercicio físico y técnicas de relajación, una alimentación saludable y una rutina de sueño adecuada, son factores que ayudan en gran medida a gestionar el estrés negativo. Si te das cuenta cada una de ellas ya forman parte de ese momento intimo contigo mismo y de atención a tu persona. La parte más racional está en ir dándote cuenta del para qué de ese ritmo frenético. Y comenzar a trabajar en ello.

    En ocasiones este cambio puede ser lento. En estas situaciones posiblemente la ayuda y el asesoramiento de un especialista contribuya a acelerar el proceso.